Sólo temblores...

He venido para darle vida a los gestos
y alegría a los dictámenes de una espera,
he seguido la estela de los deseos del tacto,
y he disuelto el horizonte para que dejen de implorar,

lo que tiembla no se calla, aunque lo parezca,
simplemente aprende a llevar sus reclamos
hasta donde su nivel sonoro es apenas perceptible…

por eso, si no te decides nunca...
a ir hasta donde haya un pulcro silencio
quizá nunca vuelvas a escuchar su tímido timbre de voz,

los temblores no se pierden, tan solo se intercalan,
se van hacia nuestro interior, hasta donde no repercuten…
pero continúan existiendo, allá para nuestros adentros
como los más dulces ermitaños, en la fibra del sentir,

un temblor ha de ser satisfecho, ha de ocurrir…
si es propiedad de una caricia… querrá entregarse,

si su dueño es un beso en un lugar muy concreto
ese temblor creará el sueño exacto, en el que unos labios acierten,
hasta que la realidad paralela se vuelva permisiva... y exista,

no tendría sonido una campana… sin su vibrar de bronce,
sin su tañir tan preciso, como una cópula de metal y aire,

los temblores residen en nuestra naturaleza,
y marcan destinos para las manos de los otros,

apaciguan quizá el alma, de una forma diferente,
por eso me atrevería a decir benevolente...
que quizá el alma no sepa dormir del todo,
a menos que sepa que, desde el cuerpo, por fin ha temblado.