La lenta suposición
de que no vas a recordar,
de que evitarás el sufragio
de los momentos de las manos,
la pactada insumisión
a lo que la piel te solicite
de mí, de nuestro silencio,
algo como un lastre impuro
de palabras dobladas en besos
que repita la piel redimida,
allí donde jadee la huella
de un beso cardinal
que supo la ruta discontinua
por esos puntos paganos
entre las franjas del gozo,
me callo la cauta alusión
al aire que hemos enardecido,
a las hojas truncadas
por un gesto que admita
la suave deidad dérmica
de todo esto que te ruega.
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